La práctica de la Masonería como método iniciático

En numerosas ocasiones hemos escuchado que la Masonería es una institución esencialmente filosófica, filantrópica y de perfeccionamiento que tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio de la moral y la práctica de la solidaridad, trabajando para la mejora material y moral, así como el perfeccionamiento intelectual de la humanidad.
Efectivamente así debe ser, deviniendo mediante el apropiado uso de sus herramientas y metodología una auténtica escuela de formación del ciudadano en mayúsculas.

Con el fin de asumir o aproximarnos cada vez más a esos objetivos, utópicos en ocasiones, pero no por ello necesarios de perseguir, tenemos la obligación para con nosotros mismos de desplegar nuestra pericia y deseo en la búsqueda de materiales de crecimiento en todos los planos, así como despertar y alimentar nuestras inquietudes de desarrollo de nuestros múltiples potencialidades en todos los campos. El buen trabajo dirigido en esta línea ha de proporcionarnos un merecido salario en primera instancia a nivel individual, y consecuentemente, una positiva incidencia en esa obra global de la cual somos materia y obreros a la vez: la humanidad.
En ese caminar de la búsqueda para encontrar, os he torturado con frecuencia con Planchas y reflexiones a veces cargadas de giros filosóficos complejos o abarrotados de datos historiográficos que, vuestra paciente, amable y fraternal actitud ha permitido que yo sienta, o presienta, haberme conducido a un mayor esclarecimiento, y espero, haya también incidido positivamente en el caminar de todos o algunos de vosotros.
Es ese enriquecedor quid pro quo carente de egoísmo, por plural y compartido, lo que me motiva día a día a seguir en la cantera y a intentar aplicar más cada día la práctica del amor con el mayor sentimiento de sincera gratitud.

No obstante, hoy quiero hacer un ejercicio de introspección. De filtrado diría yo, para tocar de pies en el suelo, y calibrar toda la potencia transmutadora, generadora y constructiva, que por simple, a veces subestimamos en una lectura ligera de nuestros rituales o sobre el valor que damos a la lectura de nuestros símbolos característicos, esos vehículos de por sí cargados de conocimiento y plataforma de despegue de nuestras meditaciones multiformes y multitemáticas.
He devorado felizmente libros y leído autores variadísimos de todos los campos sobre los que mi humana capacidad intelectual ha sido capaz de abordar, aunque no sé si de asimilar en su plenitud, habiendo de confesaros que en alguna que otra ocasión, he sufrido un empacho o colapso, que a pesar de ello, siempre, y digo siempre, son positivos si se revisan desde la distancia que da la maduración, y el paso del tiempo en un nuevo abordaje.
Uno de los filósofos y masonólogos que más profunda y brillantemente han abordado la ontología y hermenéutica masónicas, ha sido el Q.•. H.•. Patrick Négrier, personaje al que frecuentemente hago referencia por su colosal y descomunal obra, a día de hoy no superada en los campos de la génesis de la francmasonería moderna en concreto. Autor de difícil lectura a botepronto por la complejidad del desarrollo analítico de las temáticas que aborda, me sorprendió como hombre accesible, presto y dispuesto, siempre atento a responder cuestiones con una actitud fraterna y cercana. No debiera causarnos extrañeza: su praxis vital se halla acorde con la inherente fraternidad contenida en los principios de nuestra Augusta Institución, aunque también sabemos, que desgraciadamente, esa prédica y práctica masónicas se nos aparecen en desfase, e incluso en contradicción en más ocasiones de las que sería deseable.
Volviendo al Hermano Patrick Négrier, más impresión me produjo la simplicidad y transparencia con las que aborda una pregunta crucial, y cuya respuesta nítida, límpida, he intentado hacer mía y que ahora quiero con vosotros compartir.
Cuando me cuestiono mediante qué medios complementarios a la masonería pueden permitirme progresar sobre el camino iniciático, me propongo a hacer las siguientes consideraciones con la máxima simplicidad de la que soy capaz de expresar y sentir sinceramente, y que tal vez a más de uno puedan sorprender: un masón puede ayudarse del conjunto de la cultura mundial (filosófica, literaria o espiritual) para completar su formación masónica. Pero no es indispensable ya que el método masónico contiene el mínimo útil para el desarrollo psico-moral de todo ser humano. Es suficiente practicar honesta y atentamente los medios propuestos por la masonería; y es por tanto inútil buscar fuera de la masonería instrumentos de perfeccionamiento que ella misma esconde y propone.

Todo masón o masona debería reconstituir en su propia casa una pequeña cámara de reflexión y estar en ella al menos un cuarto de hora al día cada mañana
a) Mirando una imagen como una reproducción de una pintura de “Vanités” (Vanidades), género pictórico simbólico de gran auge en el siglo XVII que abordaba las temáticas de la muerte y la fragilidad y lo efímero de los bienes terrestres y del placer, nos recordará la proximidad de la muerte y la relatividad que debe darse al apego material. Asimismo, mirando el reloj de arena, tomaremos consciencia del tiempo de vida que nos queda por vivir.
b) Acto seguido, mirándonos en un espejo con el objetivo únicamente de recordar cada día una nueva sección de nuestro pasado significativo que creíamos olvidado, para así intentar comprender las diversas causas a fin de reparar en el futuro las malas acciones del pasado
c) Y rememorando nuestras preguntas de Orden el día de nuestra Recepción (testamento filosófico para algunos) con la finalidad de operar pasado el tiempo las correcciones y complementos correspondientes a nuestras recientes y nuevas tomas de consciencia.

Durante el día, el masón debería practicar el silencio de la boca evitando las palabras inútiles, y buscar el silencio exterior para así contemplar y observar los fenómenos que nos envuelven en vista a comprenderlos.
Debiéramos también cada día practicar en las diversas circunstancias de la vida los cinco sentidos buscando, como si estuviéramos a punto de redactar de nuevo nuestras “impresiones de iniciación”, a tomar consciencia de lo que sentimos exactamente, y a encontrar las palabras más justas para plasmarlo.

Por la noche, en Logia, los masones deberían hacer alternar las planchas de investigaciones sobre cultura masónica con las planchas donde el masón exponga a sus Hermanos y Hermanas la etapa en la cual se encuentra personalmente acerca de sus cuestionamientos y de sus convicciones, preocupándose en armonizar sus actos con sus convicciones. Es ahí donde en el intercambio y aportaciones, todos y cada uno de nosotros deberíamos hacer correcto uso de la Palabra, esa afirmación creadora de nuestra realidad que la hace existir desde su estado potencial.
En múltiples ocasiones se ha hablado en mi Logia del porqué del uso de la Palabra de los Aprendices. En mil y una ocasiones muchos hermanos hemos mostrado y demostrado masonológicamente lo inútil de su ausencia y lo históricamente infundado acerca de su prohibición. Como bien apuntaba en un bello trabajo titulado “La Misión del Rito Moderno” el Q.•. H.•. José Coelho da Silva, miembro del Supremo Consejo del Rito Moderno de Brasil y Gran Maestro del Gran Oriente del Estado de Rio de Janeiro durante el periodo 1991-95, una de las característica propias del Rito Francés es que en sus Templos, durante los trabajos, los Hermanos Aprendices pueden hacer uso de la palabra. Y deben hacerlo para ejercitar el poder y la destreza de la misma. Entienden que el Aprendiz Masón debe aprender a hablar y se le aconseja, incluso, practicar ejercicios de lectura diaria, en voz alta, perfeccionando el conocimiento y la pronunciación, con fragmentos de buenas Obras asumiendo al mismo tiempo, el compromiso de hablar en Logia para adquirir una desinhibición, preparando trabajos escritos y lanzándose, después, a la improvisación, en búsqueda de interpretaciones rápidas y manifestaciones precisas. El Masón tiene un potencial oculto que sin duda proyectará al exterior, a la sociedad de una u otra manera por su cualidad. Por tanto su palabra esclarecida, debe ser siempre escuchada y comprendida correctamente siempre que un mensaje, una opinión o un punto de vista puedan ser útiles o necesarios.

En lo concerniente a las investigaciones de historia masónica, deberían incluir el estudio del Rito de los Antiguos deberes (1390-1729) y el estudio de los textos fundadores del rito del Mot de Maçon (1637-1751) así como las Constituciones de Anderson y Désaguliers de 1723.
En cuanto a la interpretación de los símbolos masónicos, ésta debería en primer lugar fundarse sobre el estado del rito especulativo que era el de su forma primitiva del Mot de Maçon, sin aditamentos ni invenciones a posteriori y fuera de lugar.
A partir de aquí, es del todo aconsejable estudiar e investigar lo más profundamente posible, hasta el más mínimo detalle a poder ser, la evolución de los rituales hasta nuestros días, tomando verdadera consciencia de lo que fue, es, y aquello que no lo es tanto, así como conocer y reflexionar sus bases fundamentales y estructuras simbólicas, mensajes éticos y filosóficos; el cómo cuando, donde y por qué de su creación y de sus mutaciones, el reconocimiento de lo genuino y de lo añadido por modas o condicionantes socio-culturales. Debemos impregnarnos de esa búsqueda por el conocimiento e ir al encuentro de la verdad, de nuestro legado, de nuestra historia y asumir nuestra responsabilidad sin miedo alguno a lo que descubramos.

Después, las tenidas deberían estar acompañadas de una audición de música (tema ya propuesto en las Constituciones de 1723 con los cantos masónicos).
Finalmente tras cada Tenida, lo ideal sería que siempre hubiera un ágape fraternal ritualizado de manera escrupulosa conforme al estado primitivo de los ágapes masónicos, que bien podemos encontrar ya detallados y descritos en l’Ordre des Franc-maçons trahi de l’abbé Pérau de 1745. Hemos ido vaciando ese estado vivencial que va más allá de lo cognoscitivo, renunciando a otras vías perceptivas que en absoluto se contraponen, sino que se complementan con lo racional y lo analítico, incluso en lo convivencial.

Hasta aquí esta exposición que aún con el humilde deseo de poder ser de utilidad reflexiva para todos, ha sido realizada pensando muy especialmente en nuestros nuevos Hermanos Aprendices, alentándolos a protegerse de la “vanidad” que puede aparecérsenos de múltiples formas y manifestaciones, camuflada, deviniendo nuestro quehacer masónico en un juego grotesco de contradicciones mil, si no descabezamos ese monstruo ignorante que frena realmente el avance humano tanto en el plano individual como en el colectivo, fuente de disensos permanentes y llave de acceso a lo retrógrado, aunque esté sutilmente manifestado.

Este análisis me ha aportado un grato aprendizaje y, por tanto, tengo ya un salario de antemano, permitiéndome sugerir la frase de Quintiliano que me repito con frecuencia:
Nunquam vera species ab utilitate dividitur: la verdadera belleza nunca va separada de la utilidad.

Joaquim Villalta, Vª Orden, Gr.·. 9, 33º
Miembro de Honor del Grande Oriente Lusitano
Miembro de Honor del Gran Oriente Nacional Colombiano

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